Por Luiz Henrique Zimmermann Felchner, Gerente de Aplicaciones de Furukawa
No es casualidad la notoriedad que, a nivel global, están teniendo las inversiones y el desarrollo de nuevos servicios y tecnologías de telecomunicaciones. Pensemos, por ejemplo, que sólo el sector móvil representa hoy el 4,5% del PBI mundial, según datos de la GSMA, asociación organizadora del Mobile World Congress (MWC).
La razón de este escenario es más o menos evidente, nos aproximamos a pasos agigantados a un mundo hiperconectado, en donde las exigencias a la infraestructura de telecomunicaciones serán mucho más demandantes y, a la vez, más determinante para el desempeño de las economías y la mejora del nivel de vida de los ciudadanos.
Lo anterior tiene que ver, mirando más en detalle, con el desarrollo y consolidación de algunas tendencias tecnológicas, como el Internet de las Cosas, el cloud computing, el big data y la inteligencia artificial, entre muchas otras, las cuales tienen en común el requerir de un canal robusto destinado a soportar un flujo de datos que crece, y seguirá creciendo, en forma exponencial.
En otras palabras, lo trascendental en el presente y el futuro es la necesidad de los países de contar con una infraestructura digital apta para potenciar un desarrollo económico y social que estará basado en buena medida en la información.
Para que esto sea posible, se irán conectando a Internet cada día cientos de miles de nuevos dispositivos, máquinas y sensores los cuales incrementarán radicalmente el tráfico sobre las redes, dando vida a la IoT. Según cifras de Ericsson, para el año 2022 habrá cerca de 18 mil millones de dispositivos conectados a Internet comunicándose entre ellos.
Sumado en el contexto de esta digitalización, el desarrollo de nuevos servicios online bajo demanda y basados en la nube, más la masificación de los dispositivos móviles, han ido creando nuevos hábitos en los usuarios y consumidores, lo que se manifiesta en el aumento de transacciones electrónicas y, sobre todo, en el crecimiento del tráfico de videos.
Además del incremento del tráfico de datos por el usuario vamos a tener un incremento por el tráfico entre dispositivos. Aquí es donde emerge el desarrollo de nuevas tecnologías de telecomunicaciones, siendo la 5G (o quinta generación) la más llamativa. Según datos de la GSMA en el último y el pasado Mobile World Congress en Barcelona, donde la tecnología 5G fue uno de los temas principales, se estima que para el año 2025 ya habrá alrededor de 1.200 millones de conexiones de este tipo en todo el mundo.
Las redes 5G, cuya puesta en funcionamiento se prevé para este año, representará sin duda un salto evolutivo en las telecomunicaciones. Por de pronto, multiplicarán por diez la velocidad de descarga de datos respecto de la tecnología 4G, llegando arriba de los 10 Gigabits por segundo, con una gran disminución en la latencia, punto clave para temas como autos autónomos y sistemas de seguridad.
La exigencia de este nuevo mundo hiperconectado e inteligente es, entonces, no sólo contar con un mayor ancho de banda y velocidad, sino también de una disminución en la latencia, en este punto es donde emerge con gran fuerza la fibra óptica, considerada como un elemento indispensable para soportar las nuevas necesidades de las empresas, ciudades y países que quieran tomar ventaja en las telecomunicaciones de próxima generación, para beneficio de las personas.
No es, por lo tanto, exagerado decir que la tecnología 5G tendrá su camino “pavimentado” con fibra óptica. En efecto, la topología de las redes 5G considera, respecto de las redes 4G, una mayor densidad de estaciones radio base por lo que se prevé un mayor uso de la fibra óptica para la conexión de todas las small cells. En una red 4G tenemos una cell para 26 km2, para el 5G ese prevén 60 small cells para 2,5 km2.