Por Ariel Vidal, Subgerente de Innovación y Transformación Digital de Aguas Andinas y Director Académico del Programa de Alta Dirección en Digital Business de The Valley
El escenario ha cambiado mucho más rápido de lo que lo están haciendo las empresas. La clave está en que las altas direcciones entiendan que, si no se suman a la economía digital y a lo que significa preparar a sus compañías y personal en ese lenguaje, se van a quedar fuera de la manera en la que se hacen los negocios hoy.
Esto no es algo que va a pasar después, en 5 o 10 años, esto es algo que sucede ahora mismo. Las marcas tradicionales, que tienen definida su forma de hacer las cosas ‘como siempre las han hecho’, están obligadas a reaccionar. El problema es que las organizaciones chilenas entran a la transformación digital más por reacción que por opción, ya que existe incertidumbre respecto a los resultados.
Una forma de hacerse cargo de este desafío es, por una parte, buscando perfiles de colaboradores que se adecúen a los tiempos. Pero existen dificultades concretas, ya que según el reporte “Prosperando en un entorno digital” presentado por la OCDE en mayo de este año, el 42% de los chilenos en edad de trabajar, carece de la preparación básica para enfrentar la economía digital.
Una manera de enfrentar este desafío, y así lo plantean los expertos de The Valley, marca que desembarcó en Chile este mes, es apoyar el proceso de transformación de quienes hoy son parte de las gerencias y equipos directivos. La necesidad de invertir en formación y entrenamiento de nuevos conocimientos y habilidades digitales es clave. Esta es la forma de avanzar en el cambio de la estructura mental de los profesiones y directivos de hoy.
Este inevitable proceso se debe comenzar con pequeños proyectos y baja inversión, para ir escalando poco a poco. Para ser asertivos, es necesario conocer muy bien el negocio, sus retos y las oportunidades de mejora. De lo contrario, los primeros años podemos perdernos en una digitalización que no tiene impacto en el negocio y esto se transforma en un enemigo para las organizaciones que quieren innovar, desarrollar proyectos digitales y madurar en lo digital.
En el caso de la formación y desarrollo de nuevas habilidades digitales, hoy en Chile no existe mucha oferta. Los programas son caros y extensos, además de enfocados en la teoría y no en la práctica. Las metodologías Learning by Doing son bastante más efectivas para asegurar la incorporación de nuevas capacidades.
No hay que perder de vista que la relación de los chilenos con la economía digital es cada vez más potente. Por ejemplo, el aumento del e-commerce, reflejado principalmente en eventos como los CyberMonday, han pasado de generar ventas por 3.300 millones de dólares en 2016 a una proyección de cerca de 6.500 en 2019. Por otro lado, están las plataformas de crowfunding, como Broota, que promueven la inversión en proyectos o start up, o Prilov, para la venta de ropa usada.
Hay cientos de ejemplos de desarrollos locales que demuestran como la economía digital y colaborativa en Chile ha aumentado en los últimos 4 años. En lo que estamos al debe como país es en instalar una transformación digital real en todo tipo de compañías, pequeñas, grandes, públicas o privadas. Tenemos que actualizarnos de manera permanente y continua. Hablar de inversión en digital, probar, arriesgarnos para ver qué pasa. Integrar la digitalización a lo tradicional, para que no sea un cambio muy brusco para las personas.