En los últimos tres años los valores de diversos activos argentinos pasaron de una ficción edulcorada a una caída estrepitosa. ¿Estamos hoy viviendo una nueva distorsión de precios? Los inversores se preguntan qué pasará con el valor de bonos, acciones y otros instrumentos y dónde se encuentran las mejores oportunidades. Para poder prever el futuro es necesario entender el pasado.
Los precios se definen por expectativas, y a principios de 2018 el mercado estaba atrapado en una ensoñación: el Merval valía USD1800, los bonos en dólares rendían 4%, el metro cuadrado en un edificio de Palermo llegó a venderse en USD5000, no muy por debajo del metro cuadrado en París. El dólar cotizaba $17, e infinidad de argentinos veraneaban en el exterior.
Si por entonces alguien hubiera sugerido que dos o tres años después el Merval estaría en niveles de USD300, la deuda se habría reestructurado, y el dólar tocaría los $150, habríamos creído que se trataba de ciencia ficción. Pero ¿cómo considerar que tal escenario sería posible si en esos momentos el Merval a USD1800 indicaba un common consensus de que la economía argentina iba a arreglarse.
Sin ir más lejos, el American Depositary Receipt (ADR) del Banco Galicia cotizaba en USD70 mientras que hoy (el mismo banco, en el mismo país, con las mismas sucursales) está en torno a 7 dólares. Es decir, a un 10% de su valor o 90% por debajo de lo que supo valer.
Desde abril de 2018, con la puesta en vigencia del impuesto a la renta financiera, que llevó a tenedores extranjeros a desarmar posiciones en Lebacs y ello a afectar el tipo de cambio y, finalmente, desató una imparable corrida contra el peso, aquellas perspectivas de crecimiento se hicieron trizas y, en su caída, arrastraron los precios de todos los activos argentinos a los ridículos valores actuales.
Los bonos en dólares están en niveles de USD35 con un rendimiento aproximado de 18% anual. Tratándose de deuda recién reestructurada, en un mundo que rinde 3% anual, este dato supera cualquier imaginación posible. Así como en 2017 los bonos rendían el 4% y su precio contenía la ilusión de transformarnos en primermundistas, las cotizaciones de hoy tienen implícita la expectativa de default. O, peor aún, como si ya se hubiese declarado.
Es cierto que los bonos nacionales como los AL30 o GD30 tienen una estructura de pagos de cupones y amortización mínima antes de 2024 que le restan atractivo para inversores que no estén dispuestos a esperar y soportar las subidas y bajadas de precios hasta entonces. Mismo es el caso de las acciones de empresas argentinas en valores del subsuelo, ya que si bien tienen un upside fenomenal a largo plazo, ante la ausencia de drivers inmediatos, podrían ver sus cotizaciones aún más deprimidas en el corto. Por eso, es interesante considerar apuestas en activos argentinos cuyo repago es más rápido y, por lo tanto, con riesgo más contenido.
Esta estrategia puede tener su mejor punto de entrada cerca de las elecciones, con la brecha bajo presión por el efecto de la emisión; también cabe considerar que existe riesgo adicional debido a la confiabilidad de los índices que reflejan la inflación. Pero obtener tasas del 15% en un mundo donde países como Perú o Bolivia se endeudan al 3% no es posible sin correr ciertos riesgos. En ese sentido, apostar prudentemente a que los precios de los activos argentinos dejen de estar tan distorsionados puede ser una buena jugada.
Por Ezequiel Starobinsky, Líder de Liebre Capital