Actualmente es posible percibir cómo tarde o temprano las personas exhiben desinterés por el destino de los datos personales. Argumentan hartazgo, con algo de razón, y si bien pueden mostrarse desconfiadas acerca de la privacidad prometida o no por aplicaciones como Whatsapp, por mencionar un ejemplo, en definitiva, continúan usándolas.
Ahora bien, si los usuarios en general y en particular los de Internet pueden darse el lujo de olvidarse de a quiénes les otorgaron sus datos personales, incluso para el caso ideal de una operación consentida, por nada del mundo las empresas pueden dar por sentado el tratamiento de esta información. De lo contrario, corren el riesgo de provocar serios problemas para sus clientes y, a su vez, estas dificultades pueden complicar o truncar el avance de su propia actividad a corto o largo plazo.
Las empresas deben operar dentro del marco establecido por la Ley 25.326 de Protección de los Datos Personales. La normativa garantiza el derecho al honor y a la intimidad de las personas. En tanto define los datos personales, los que considera como la información de cualquier tipo referida a personas físicas o de existencia ideal determinadas o determinables.
Asimismo, hace mención a los datos sensibles, aquellos que revelan origen racial y étnico, opiniones políticas, convicciones religiosas, filosóficas o morales, afiliación sindical e información referente a la salud o a la vida sexual, según se indica en el cuerpo de esta ley. En pocas palabras, las empresas no sólo tienen que blindar la información referida al funcionamiento propio, sino también velar por los datos proporcionados por sus clientes.
En rigor, corresponde que las organizaciones respondan por cualquier irregularidad asociada con la información provista por los usuarios.
Para Diego Malaspina, CEO de DataCloud, vale destacar que “si bien resulta imposible reducir a cero la posibilidad de un ciberataque, como quedó demostrado a partir de las intrusiones padecidas durante la pandemia por grandes compañías como Apple y Microsoft, tampoco es recomendable librar al azar la protección de este material”.
Una falla en seguridad que derive en la filtración de datos financieros o sensibles de los clientes, además de las serias dificultades que les pueda causar a estos últimos, genera un daño significativo en la imagen institucional, perdiendo confiabilidad y credibilidad, entre otras cualidades esperables.
Para evitar estos escenarios, es prioritario organizar y resguardar la información de los usuarios al igual que los documentos de actividad administrativa, aquellos directamente vinculados con el funcionamiento.
Fuente: DataCloud