“Creer que la tecnología es imparcial resulta un tanto ingenuo”

La IA tiene el potencial de reproducir nocivos prejuicios y sesgos y de exacerbar desigualdades latentes. Basta con realizar una rápida búsqueda en Google para darse cuenta del poder que yace tras la automatización y el sesgo del conocimiento.

No perdamos el rumbo. Basta ya de cuestionarnos si la Inteligencia Artificial es buena o mala, protagonista o antagonista. Ni negro, ni blanco, como todo en esta vida, el panorama de la IA está teñido de grises y de matices.

Es entonces justo allí, en medio de todas aquellas tonalidades, que sale a relucir el humanismo tecnológico, buscando adornar el paisaje con pinceladas de justicia y de moral. Después de todo, un gran poder siempre conlleva una gran responsabilidad.

En ocasiones, como generación, nos resulta difícil dimensionar las proporciones de aquellos eventos históricos en los que estamos inmersos, aquellos de los cuales formamos parte. Pero lo cierto es que, ante el galopante avance de la IA, el mundo está por experimentar acelerados cambios a un ritmo vertiginoso que no se veía desde el despliegue de la imprenta.

Entender y, más que nada, regular hasta dónde llega el límite de aquella delgada línea en la que como humanidad nos balanceamos entre lo correcto y lo incorrecto, es responsabilidad de todos. Particularmente, las grandes corporaciones tienen la obligación moral de calibrar su llamada brújula ética en función de adquirir mejores prácticas en el uso de las nuevas tecnologías.

La IA tiene el potencial de reproducir nocivos prejuicios y sesgos y de exacerbar desigualdades latentes. Basta con realizar una rápida búsqueda en Google para darse cuenta del poder que yace tras la automatización y el sesgo del conocimiento. Hagan el ejercicio. Escriban “cuáles son los mejores líderes mundiales” en su motor de búsqueda predilecto y verán cómo su pantalla se inunda de golpe de fotografías de hombres. Indudablemente, el uso de los algoritmos representa un riesgo real de reforzar estereotipos de género. Cabe resaltar que lo mismo aplica para sesgos étnicos, raciales y de todo tipo.

Para estas alturas, creer que la tecnología es imparcial resulta un tanto ingenuo. La realidad es que los motores de búsqueda procesan macrodatos priorizando aquellos resultados con una mayor cantidad de clics.

Resistirnos al cambio únicamente nos hará nadar a contracorriente. No hay vuelta atrás. La IA ha llegado, ha tocado a nuestras puertas y se ha sentado a la mesa, en nuestras manos está darle una buena lección de modales.

Por Janeth Rodríguez, VP Revenue Latam de Infobip

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