El Brexit abre la tercera fase histórica de aislamiento del Reino Unido de Europa

La decisión de los habitantes del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (RU) de retirarse de la Unión Europea (UE), mediante la aprobación del Brexit, remarca la vigencia de los nacionalismos de las diferentes regiones que lo integran.

También revive una concepción histórica que vincula la idea de desarrollo económico con políticas que establecen fracturas y políticas de aislacionismo con sus vecinos europeos y la centralización de sus negocios con sus ex colonias, situación última que hoy aparece harto problemática.

La nueva ruptura con la UE se da en medio de un fuerte proceso de apalancamiento financiero de la economía del Reino Unido que, con sus 2.679 billones de dólares estadounidenses de Producto Bruto Interno (PBI), lo sitúan como la décima economía mundial.

El 79,6% de ese PBI corresponde a servicios y sólo 19,7% a la industria, con un crecimiento del 1,8% que lo sitúa en el 121 lugar en el mundo y da trabajo al 15,2% de los asalariados a nivel global quiénes, en un altísimo porcentaje, son oriundos de los países periféricos de la UE que hasta ahora circulaban libremente.

Romper esa posibilidad para el ingreso de migrantes, al estilo del reclamo de Donald Trump en los EEUU, es una de las cuestiones motorizantes de la población cuyo desempleo alcanza al 5,4% y que se hace sentir más, precisamente, en Inglaterra y Gales, donde triunfó el Brexit, mientras en Escocia e Irlanda, donde perdió, ya se escuchan nuevamente las tradicionales voces separatistas que plantean, en el primer caso, un nuevo referendo para salir del Reino Unido.

Al tiempo se busca frenar ingresos de bienes del exterior donde Alemania es el principal origen, con un 14,6%, seguida por China con 8,9%, los PB con 8,0%, los EEUU con 6,8%, Francia con 6,1%, Bélgica con 5,1% e Italia con 4%, mientras exporta el 12,7% a los EUA, el 10,5% a Alemania, el 7,6% a los Países Bajos, a Francia el 6,5%, Irlanda el 6,2% y Bélgica el 4,2%.

En el último año el Reino Unido registró una caída de las exportaciones desdes u$s 480.800 millones a 442.000, mientras que las  importaciones declinaron de 680.400 a 617.100 millones de dólares como evidencia de sus problemas.

En 1651 el gobierno de Oliverio Cronwell, en el por entonces Reino de Inglaterra, que incluía a Gales, sancionó las “Actas de Navegación”, a las que el gran economista escocés Adam Smith calificara como «quizá la más sabia de todas las regulaciones comerciales de Inglaterra», mediante las cuales, décadas más tarde, el Reino de Gran Bretaña (GB), constituído mediante la fusión con Escocia e Irlanda, se convirtió en la principal potencia económica del planeta desplazando de ese lugar a los Países Bajos (PB).

En ese mundo cual eran claves los territorios que ocupaba sobre la costa atlántica de América del Norte, hoy parte importante de los actuales Canadá y Estados Unidos de América los que, luego, con el correr de los siglos se expandieron hasta alcanzar sus enormes extensiones actuales que, en el segundo de ellos alcanza al territorio asiático de Hawai, el primer país del mundo con el que tuvo relaciones la Argentina.

Convertida en la “Reina de los Mares”, Gran Bretaña creció económicamente, se hizo dueña del comercio de esclavos a través del Tratado de Utretch de 1713 con España, Francia, Austria y Países Bajos lo que le permitió ingresar -incluso vía el contrabando-, en toda Hispanoamérica, y del manejo de las colonias portuguesas por el Tratado de Methuen, de 1703, a través del cual pudo apoderarse del oro de Minas Gerais, Brasil, que fuera clave para la financiación de la Revolución Industrial.

A raíz de la Independencia de las Trece Colonias que dieron nacimiento de los Estados Unidos, en 1776, los británicos fueron perdiendo espacios a manos de los mismos, comenzando por el Caribe por lo que su estrategia principal, sin abandonar el desarrollo manufacturero, a los negocios financieros, sobre todo aprovechando la aparición de los países surgidos del fraccionamiento del imperio español y así hicieron que ellos debieran el 46,7% de los pasivos mundiales totales, incluyendo el préstamo de la Baring Brothers a la Argentina.

Su desplazamiento como primera potencia por los EUA hacia fines del Siglo XIX y las Guerras de los Balcanes que desembocaron en la Gran Guerra de 1914, luego denominada Primera Guerra Mundial (PGM), llevaron al Reino Unido a serios problemas económicos y financieros que intentó resolver mediante un nuevo cierre a las importaciones desde países fuera de la “Comunidad Económica de Naciones” (Commonwealth), lanzado mediante la “Declaración Balfour” del 18 de noviembre de 1926.

“Gran Bretaña y los Dominios son comunidades autónomas dentro del Imperio, iguales en estatus, en modo alguno subordinadas unas a otras en cualquier aspecto de sus asuntos internos o externos aunque unidas por una fidelidad común a la Corona y libremente asociadas como miembros de la British Commonwealth of Nations”, señaló el estadista británico Arthur James Balfour quien, nueve años antes, en noviembre de 1917, había lanzado la propuesta de creación de un estado judío en Palestina.

En esa ocasión se concentró el comercio intra imperio y así perjudicó a países como la Argentina que vieron esfumar sus exportaciones al Reino Unido y así el presidente Juan Hipólito Irigoyen en 1929 firmó el “Tratado D’Abernon” con ese país, el que no se pudo implementar por el golpe de 1930 encabezado por el antibritánico José Félix Uriburu pero que, cuatro años más tarde, en 1933, diera lugar al “Tratado de Londres”, más conocido como “Pacto Roca-Runciman”.

Es que en julio de 1932 en Ottawa se firmaron las “Preferencias Imperiales” que endurecieron las posturas de Balfour y prohibieron la adquisición de bienes extra Commonwealth a todos sus integrantes en la medida que ellos pudiesen ser provistos por algunos de sus miembros, la mayoría de los cuáles habían ido logrando su autogobierno a partir de 1847 cuando se le concediera a Canadá, tras lo cual sucedió lo mismo con Australia en 1855, Nueva Zelanda en 1856, Sudáfrica en 1872 y la India en 1918.

Los resultados no fueron los mismos pero le permitieron superar problemas como los acumulados hacia el final de la primera guerra mundial mientras la recuperación Alemania, sobre todo, e Italia, complicaban la situación europea y los Estados Unidos consolidaban su avance en la economía mundial, en particular en América Latina donde sus empresas adquirieron un peso decisivo como sucediera en la Argentina a partir del gobierno de Máximo Marcelo Torcuato de Alvear a través de automotrices, laboratorios y textiles, entre otras.

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