América Latina y el Caribe buscan nuevas alternativas en sostenibilidad ambiental

América Latina y el Caribe es una de las regiones más vulnerables a las crisis ambientales. Debido a su alto grado de dependencia de los ecosistemas y los servicios que éstos prestan, la región es muy vulnerable a los efectos del cambio climático y sufre de manera desproporcionada cuando se degrada el medio ambiente.

El impacto ambiental asociado con las concesiones mineras y petroleras y los grandes proyectos de infraestructura -en términos de los efectos sobre los recursos naturales, área protegida y, muy importante, el patrimonio de los pueblos indígenas- son objeto de un intenso debate público en toda la región.

Combinados, estos efectos pueden ser caldo de cultivo para la controversia, la tensión y el conflicto. El futuro del desarrollo en América Latina y el Caribe representa un desafío, en especial en torno a cómo la región enfrente la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, reconocer que los problemas ambientales son centrales para el bienestar económico y social es clave para lograr un desarrollo sostenible y universalmente disfrutado.

En toda la región, la vulnerabilidad del medio ambiente sigue siendo evidente. Más de 80% de la población de la región vive en ciudades donde la contaminación del aire y el transporte hacinado provocan daños en la salud y pérdidas de productividad. En las zonas rurales, dos tercios de los agricultores de la región son altamente vulnerables a los impactos del cambio climático. La deforestación causa pérdidas de cubierta forestal equivalentes a 70% de la superficie de Costa Rica cada año.

Estos ejemplos demuestran por qué los países están en busca de un cambio profundo en sus estilos de vida, sus economías y sus sociedades. Los tradicionales e ineficaces modelos de crecimiento tendrán que ser reemplazados por alternativas más sostenibles y fiables. Y ya hay señales positivas en toda la región de que esta transición está en marcha.

En países como Barbados y Costa Rica, el avance hacia una economía verde inclusiva y el valor que se adjudica a los servicios ambientales son una prueba de políticas innovadoras. Al igual que lo es el reconocimiento de la profunda relación entre las personas y la naturaleza en países como Bolivia y Ecuador. En Colombia, un informe reciente del Gobierno, que ha demostrado la relación entre los recursos naturales, los conflictos y la economía, estima que se pierden US$ 2,2 mil millones al año en beneficios ambientales debido al conflicto armado.

Y aunque la región es responsable de menos de 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, los planes de energía baja en carbono están ganando terreno en muchos países. Durante el último año, Costa Rica se ha basado exclusivamente en fuentes renovables para generar electricidad. Brasil, Uruguay y Nicaragua son otros ejemplos de países donde la transición hacia la energía renovable se está afianzando. México y Chile promueven políticas fiscales, como impuestos sobre el CO2, para incentivar una economía baja en carbono.

Hay señales de cambio en las ciudades, también. Buenos Aires es una de las pioneras en reemplazar todo su alumbrado público por soluciones LED de alta eficiencia. Con nuestra iniciativa en.lighten, el PNUMA apoya la transición a la iluminación LED en calles de Bolivia, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Panamá y Perú.

En las zonas rurales, Colombia y Perú han recurrido a un mecanismo de micro-financiación junto con el sector privado para ayudar a más de 4.000 pequeños agricultores a proteger su producción y sus medios de vida de los efectos del clima. Si se replica en la región, este esfuerzo apoyado por el PNUMA podría beneficiar a cerca de 12 millones de pequeñas propiedades, creando resiliencia entre los más necesitados y ayudando a combatir la desigualdad.

Los bosques de la región, que son tan valiosos tanto para el secuestro de carbono como para garantizar medios de vida saludables, están siendo erosionados por la expansión de las fronteras agrícolas y urbanas. Hemos visto iniciativas exitosas para abordar esta cuestión a través de iniciativas ONU-REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques) en Argentina, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y México.

En su foro bienal la semana pasada en Cartagena, Colombia, los ministros de medio ambiente de la región destacaron la nueva Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, haciendo hincapié en la centralidad del medio ambiente para el desarrollo económico y social. Aunque no existe una fórmula mágica para lograr el desarrollo sostenible, este reconocimiento es crítico. Invito a la región a continuar innovando y adoptando estrategias de sostenibilidad ambiental pues aún hay un largo camino que recorrer para lograr al mismo tiempo mayor igualdad y éxito económico.

 

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